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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Never finished
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9781544534701
Editorial: Lioncrest
Este definitivamente no es un libro de autoayuda. Este es un campo de entrenamiento para tu cerebro. Es un llamado de atención que no querías y que probablemente ni siquiera sabías que necesitabas.
Si sientes que has perdido el rumbo en la vida o buscas maximizar tu potencial, o incluso deseas liberar tu alma para romper tu supuesto techo de cristal, este libro es imprescindible. ¿Estás listo para embarcarte en tu propia búsqueda de la grandeza?
Autoayuda es un término elegante para la autosuperación y, aunque todos deberíamos de siempre esforzarnos por ser mejores, superarse a menudo no es suficiente. Hay momentos en la vida cuando nos desconectamos tanto de nosotros mismos que debemos excavar y recabar las desconexiones en nuestros corazones, mentes y almas.
Puesto que esta es la única manera de redescubrir y prender de nuevo el fuego de la convicción, de destello en la oscuridad con el poder de desatar tu evolución. Es una fuerza ruda, potente y primordial.
Cuando los montañistas se enfrentan a los picos más altos y a las caras más empinadas, usualmente van atados a una cuerda que está anclada al hielo o a la roca para que, en caso de resbalarse, no se desbarranquen y caigan hacia su muerte.
Puede que caigan tres o cuatro metros, pero luego se levantan, se desempolvan y lo intentan otra vez. La vida es una montaña y todos estamos escalándola, pero la esperanza no es un punto de anclaje. No hay substancia detrás de la esperanza. No es un músculo que puedas desarrollar, y es una emoción que va y viene.
Hay dos niveles de convicción. Está el nivel superficial, del cual adoran hablar nuestros entrenadores, maestros, terapeutas y padres. “Cree en ti mismo”, dicen todos, como si ese pensamiento por sí sólo pudiera mantenernos a flote cuando la suerte no está de nuestro lado en la lucha por nuestra supervivencia.
Pero una vez que el agotamiento se instala, la duda y la inseguridad tienden a penetrar y disipar esa endeble huella de convicción.
Luego, está la convicción nacida de la resiliencia. Proviene de abrir tu camino a través de capas de dolor, fatiga y razón; así como de ignorar la tentación siempre presente de renunciar, hasta que hayas alcanzado una fuente de combustible que ni siquiera tú sabías que existía.
Una que elimina toda duda, te vuelve seguro de tu fuerza y del hecho de que, eventualmente, prevalecerás, siempre y cuando te mantengas avanzando. Ese es el nivel de convicción que puede desafiar las expectativas de los científicos y cambiarlo todo. No es una emoción que pueda compartirse o un concepto intelectual, y nadie más puede otorgártelo. Debe brotar desde el interior.
Muchas personas sienten que se están perdiendo algo en sus vidas, algo que el dinero no puede comprar, y eso los vuelve miserables. Intentan llenar el abismo con objetos materiales que pueden ver, sentir y tocar. Pero esa sensación de vacío no se irá. Disminuye un poco hasta que regresa el silencio.
Entonces aquella sensación que les carcome las entrañas regresa, recordándoles que la vida que están viviendo no es la expresión más completa de quienes son o de en quienes se pueden convertir.
Cuando estás inmovilizado por las cuerdas de emociones conflictivas y opiniones ajenas, es imposible acceder a la convicción y muy fácil alejarse de la urgencia por evolucionar.
Puede que tengas unas ganas tremendas por experimentar algo distinto, por estar en un lugar diferente, o por convertirte en alguien más, pero cuando aparece la mínima resistencia retando tu resolución, regresas directamente a la persona insatisfecha que eras antes.
En vez de mantenerse concentradas en crecer, millones de personas han sido infectadas con la carencia; lo cual las deja sintiéndose menos. Su diálogo interno se vuelve mucho más tóxico, a medida que se multiplica esta población de debiluchas y engreídas víctimas de la vida misma.
Coleccionan desprecios, dramas y problemas, acumulándolos hasta que están hinchados de rancio arrepentimiento y envidia, lo cual deriva en los bloqueos que les impiden convertirse en las versiones más auténticas y capaces de sí mismas.
En todo el mundo, cientos de millones de personas escogen vivir de esta manera. Pero hay otra forma de pensar y otra forma de ser.
Cuando naces siendo un perdedor, tu meta es sobrevivir, no prosperar. Aprendes a mentir, a engañar, a hacer lo que tengas que hacer para encajar. Puede que te conviertas en un sobreviviente, pero es una existencia miserable. Te encuentras a ti mismo escabulléndote entre las sombras para reclamar las más mínimas necesidades mientras escondes tu verdadero yo de la luz a cualquier precio.
Cuando estás viviendo en el infierno, la única manera de encontrar una salida es confrontando al diablo mismo. ¿Cuánto tiempo más vas a permitir que tu pasado te detenga antes de que finalmente tomes el control de tu futuro?
A todos nos ocurren situaciones en la vida que no tenemos ninguna capacidad de controlar. A veces, esas cosas duelen; ocasionalmente, son trágicas o inhumanas. Si quieres ser mejor, tienes que comenzar a vivir cada día con un sentido de urgencia. Porque esa es la única manera de voltear la suerte a tu favor.
La realidad puede ser mala cuando todas tus excusas desaparecen y eres expuesto exactamente como quién eres y en lo que te has convertido, pero la verdad también puede ser liberadora.
Convierte cada día en un campo de entrenamiento de la resiliencia. Aquellas personas que lo logran son las que no se detienen en el mínimo aceptable. No se conforman con sólo ser mejores que antes. Están evolucionando sin parar y esforzándose por alcanzar el nivel más alto de sí mismos.
La tragedia nos acosa a todos, y cualquier evento que cause sufrimiento puede quedarse por más tiempo del que debería si tú se lo permites. Porque nuestras historias tristes nos permiten darnos el lujo de la indulgencia. Nos dan libertad y justificación para permanecer como cabrones perezosos y débiles mentalmente, y entre más nos toma procesar ese dolor, más difícil es recuperar nuestras vidas.
A veces la debilidad o la pereza están originadas en el odio y el enojo, y hasta no recibir la confesión, la disculpa o la compensación que creemos que se nos debe, nos quedamos estancados como en una especie de rebelión patética y engreída en contra de nuestros torturadores o, incluso, en contra de la vida misma.
Pensamos que nuestro dolor nos da el derecho de sentir autocompasión o que tenemos derecho a la buena suerte porque hemos sobrevivido el infierno. Por supuesto, sentirse con el derecho a algo no hace que sea así. Comprende, el reloj siempre está corriendo y, en algún punto, tu hora dorada expirará a menos que tomes acción.
Para los sobrevivientes de un trauma, la negación es un tentador agente adormecedor. Te permite reescribir tu pasado y venderte algo de ficción.
Muchos de nosotros estamos atrapados en nuestros propios cerebros, encadenados por demonios de hace tiempo que incluso podrían estar muertos. Nos negamos a discutir o reconocer lo que pasó, así que cuando lo superamos todo, no lo reconocemos ni lo sentimos.
La negación es una autoprotección, pero también es una autolimitación. Aceptar toda tu verdad, incluidos todos tus defectos, imperfecciones y pasos en falso, te permite evolucionar, ampliar tus posibilidades, buscar la redención y explorar tu verdadero potencial.
Hasta que no te deshagas de tus cargas, será imposible saber cuál es tu potencial real. La verdad completa no puede perseguirte si te sirve.
No puedes tener miedo de decepcionar a la gente. Tienes que vivir la vida que quieres vivir. A veces, eso significa ser quien puede mostrar el dedo medio a todo el mundo y sentirse totalmente cómodo con ello.
Hay que aprovechar todo. Especialmente la energía de las emociones volátiles y potencialmente dañinas, como el miedo y el odio. Tienes que aprender a manejarlas y, una vez que domines ese arte, cualquier emoción o acontecimiento negativo que surja en tu cerebro o que te lancen puede utilizarse como combustible para hacerte mejor. Pero para conseguirlo, debes literalmente escucharte a ti mismo.
Por ejemplo, si te han acosado, abusado o agredido sexualmente y estás dispuesto a decir la verdad sin filtros al micrófono y a escucharla una y otra vez, al cabo de un tiempo se convertirá en una historia más. Una historia poderosa, sin duda, pero el veneno se neutralizará y el poder será tuyo.
No es una tarea que deba tomarse a la ligera. Si has sobrevivido a un trauma agudo, no querrás pensar en lo que estabas haciendo el día que ocurrió, en lo que oíste y en cómo te sentiste, ni en cómo se hundió tu vida después de ello. Hazlo de todos modos.
Cuanto más color y contexto puedas añadir a la pista, más pronto caminarás por las calles con los auriculares puestos y la cabeza alta.
La forma en que nos hablamos a nosotros mismos en los momentos de duda es crucial, tanto si hay mucho en juego como si no. Porque nuestras palabras se convierten en acciones, y nuestras acciones crean hábitos que pueden recubrir nuestra mente y nuestro cuerpo con capas de la ambivalencia, indecisión y pasividad y separarnos de nuestra propia vida.
Si algo de esto te resulta familiar, toma tu teléfono y graba tu diálogo interior en cuanto te levantes. No te reprimas. Derrama todo tu miedo, tu pereza y tu estrés en el micrófono. Ahora escúchalo. Nueve de cada diez veces, no te gustará lo que oigas. Te dará vergüenza.
Escucharlo puede inspirarte a comprometerte con tu vida de una manera más profunda, a ser lo mejor posible en el trabajo, en la escuela o en el gimnasio. ¡Reempaqueta lo que oyes y sientes hasta que te funcione! Esa es la mentalidad de un ganador. Los ganadores en la vida perciben todo lo que experimentan y todo lo que oyen, ven y sienten como energía pura.
Entrenan sus mentes para encontrarla. Se adentran en las grietas más complicadas para extraer las pepitas de oro del trauma, la duda y el odio. No viven vidas desechables, de un sólo uso. No descartan nada y lo renuevan todo.
Encuentran la fuerza en el acoso y el desamor, en sus derrotas y fracasos. La cosechan de la gente que les odia personalmente y también de los trolls de internet.
Si sientes que no eres lo suficientemente bueno, si tu vida carece de significado y el tiempo se te escapa como arena entre los dedos, solamente hay una opción: reinvéntate en tu propio “Laboratorio Mental”.
Es un lugar donde puedes estar a solas con tus pensamientos y luchar con la esencia de quién eres y quién quieres ser en tu única y corta vida en la tierra. Si se siente correcto para ti, crea un alter ego para acceder a partes de esa materia oscura en tu propia mente.
No puedes perder el centro de quién eres. Tu centro es tu estabilidad. Es lo que dicta cómo te desenvuelves por el mundo. Físicamente, cuando los músculos del centro de tu cuerpo son débiles, eres literalmente un bulto.
La fortaleza mental y la resiliencia se desvanecen si no son usadas consistentemente. Los momentos de duda son ineludibles cuando nos lanzamos a realizar una tarea extenuante. El primer paso es tomar distancia mentalmente.
La mejor persona en cualquier escenario de combate es aquella que está lo suficientemente en control de sí como para tomar distancia cuando las balas están zumbando.
Es útil recordarte a ti mismo en lo que eres bueno y aquello en lo que sobresales para que, cuando estés por enfrascarte en algo que te resulta complicado, no se vuelva abrumador. Dite a ti mismo, soy bueno en esto. Soy genial en aquello.
La disciplina construye resistencia mental porque cuando el esfuerzo es tu principal prioridad, dejas de buscar que todo sea disfrutable. Nuestros teléfonos y redes sociales nos han enloquecido con envidias y codicia a medida que nos inundan con el éxito de otras personas, sus autos y casas nuevos, grandes contratos, vacaciones en hoteles de lujo y salidas románticas.
Cuando te vuelves disciplinado, no tienes tiempo para eso. Tus inseguridades se convierten en campanas de alarma recordándote que hacer tus deberes o tareas al límite de tus capacidades e invertir tiempo extra en tu trabajo o en el gimnasio son requisitos para una vida bien vivida.
Tenemos que aprender a dejar de buscar una señal de que el tiempo difícil va a terminar. Recuerda: la lucha dura lo que todo el viaje. Podemos hacer que cualquier obstáculo sea tan grande o pequeño como queramos. Todo depende de la forma en que lo percibimos.
Ten el valor y la resistencia mental para hacer lo que sea necesario para empezar a derribar tus muros.
Las cicatrices mentales y emocionales son nuestros puntos débiles, y pueden abrirse tan fácilmente como nuestras cicatrices físicas a menos que hagamos el trabajo necesario para fortalecerlas. Si no has lidiado con tus cicatrices, pueden alterar el rumbo de tu vida.
La gente que siente pena por sí misma está obsesionada con sus propios problemas y su propia suerte. ¿Acaso eso es realmente tan distinto de las personas codiciosas o egoístas que quieren sentirse superiores a todos los demás?
Debes aprovechar cualquier oportunidad para fortalecer tu determinación, porque cuando la vida te dé un golpe en la boca, necesitarás esa determinación.
Recuerda que el objetivo es siempre completar la misión, sea cual sea, sin remordimientos y con la cabeza despejada, de modo que puedas utilizarla para progresar en la vida.
Casi nada en la vida es constante. Las condiciones y las circunstancias están en perpetuo cambio, como los vientos y la marea, y por eso la mentalidad nunca es fija. Ajusta buscando siempre tu nuevo 100 por ciento.
La edad, la salud y las responsabilidades que llevamos encima pueden ser limitantes. Eso no significa que debamos ceder a esas limitaciones o utilizarlas como excusas para dejar de lado nuestros sueños, pero podemos reconocerlas, siempre que nos comprometamos a descubrir lo que todavía podemos hacer teniendo en cuenta esos límites, ya sean temporales o indefinidos, y a maximizarlo.
Independientemente de lo que estés enfrentando, tu objetivo debe ser maximizar los recursos y las capacidades que tienes.
Nunca dudes de que podemos redefinirnos a nosotros mismos. A veces puede parecer imposible porque vivimos en un mundo lleno de límites arbitrarios y líneas sociales que son tan gruesas como los muros de una fortaleza. Lo que es peor, permitimos que esos muros nos restrinjan de demasiadas maneras.
El lavado de cerebro comienza a temprana edad, y desde casa. La gente con la que crecemos y los entornos en los que nos criamos definen quiénes somos y de qué pensamos qué trata la vida. Cuando eres joven, sólo puedes saber lo que ves, y si todo a lo que estás expuesto es gente perezosa, contenta con la mediocridad o que te convencen de tu propia inutilidad, la grandeza seguirá siendo una fantasía.
Las mentes pequeñas y las personas débiles matan a los grandes sueños. Puede que tengas objetivos claros y que trabajes en ti mismo cada día, pero si tienes a tu alrededor a la gente equivocada, es muy probable que te estén absorbiendo la vida.
Cuando no hay nadie a tu alrededor que comprenda o crea en tu misión, debes convertir tu trinchera en una posición de combate de una sola persona. Eso está bien. Siempre es mejor luchar solo hasta que puedas encontrar personas lo suficientemente fuertes como para librar la batalla contigo.
La identidad es una trampa que te mantendrá cegado si se lo permites. A veces, la identidad es lo que nos impone la sociedad. Otras veces, es una categoría que reivindicamos. Puede ser fortalecedor asociarse a una cultura, un grupo, un trabajo o un estilo de vida específicos, pero también puede ser limitante.
Si te apegas demasiado a los tuyos, serás susceptible a la mentalidad de rebaño, y puede que nunca aprendas quién eres realmente o lo que puedes lograr. El camino al éxito no es una línea recta.
El microlibro basado en “No me puedes lastimar”, del mismo autor, donde a través de su experiencia demuestra cómo es posible superar las dudas y la autolimitación para lograr resultados extraordinarios. Es una guía práctica que te ayudará a dominar tu mente, desafiar las probabilidades y convertirte en una persona más resistente.
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